Desde muy joven, Antoni Clavé tuvo que abandonar la escuela para ponerse a trabajar y contribuir a los modestos ingresos de su familia. No obstante, su fuerte vocación artística lo llevó a inscribirse en la Escuela de Bellas Artes y en diferentes talleres para completar su formación, donde tuvo como profesor a Ángel Ferrant. De su etapa barcelonesa destacan murales en diversos locales de la ciudad y los diseños para publicidad.
Durante la guerra civil combatió en el bando republicano. Al final de la contienda, tras pasar por varios campos de refugiados, llegó a París. En esos primeros años en la capital del Sena, compartió la pintura con la ilustración de libros y decoraciones teatrales, hasta que el día de la toma de París por los aliados conoció a Pablo Picasso. Desde entonces comenzó a relacionarse con los otros artistas españoles de la Escuela de París, como Viñes, Domínguez, Peinado o Bores, junto a los que expuso en la muestra de artistas españoles republicanos de Praga en 1946.
A finales de los años cincuenta hizo su serie “Reyes y Guerreros”, una de las que más fama le ha dado, y su obra comenzó a ser reconocida, exponiendo con éxito en galerías de toda Europa y recibiendo un premio en la Bienal de São Paulo de 1957. En 1987 realizó una exposición antológica en el Museo de arte Moderno de la Villa de París que supuso un homenaje de la ciudad donde había producido gran parte de su obra.
Dentro de su producción hay que destacar su obra gráfica, tanto por su interés como por la aplicación y combinación de diversas técnicas, fruto de un artista siempre preocupado por la investigación y por la novedad estética. La pintura de Clavé sufrió un cambio decisivo cuando conoció a Picasso en 1944, quedando abrumado por la personalidad y la pintura del malagueño. Desde entonces, su obra dio un salto cualitativo estético impresionante, y no solo eso, sino que Picasso le inculcó la pasión por la investigación plástica y la búsqueda constante de nuevas soluciones estéticas.